VINOSDELATIERRA
Discurso dominante
"Marco de Jerez es una cadena en la que, si el eslabón final, la comercialización de los Vinos, goza de buena salud, el resto de eslabones se ven beneficiados".
El incremento de ventas como principio autosuficiente, esto es, abstraído de cualquier determinación sobre el destinatario de los beneficios, no solucionará por sí solo los problemas del Marco del Jerez. La Denominación de Origen no significa una garantía completa para el arraigo local, ya que las fases de comercialización y distribución, las que actualmente se apropian de una mayor proporción del valor añadido, quedan fuera del control local. Lo local aparece subordinado y con un reducido margen de maniobra para definir según sus intereses socioeconómicos y sus condiciones ecológicas y territoriales la organización productiva. Sin embargo, ello no implica asumir que la regulación pública local deja de tener importancia, sino que ésta sufre fuertes presiones que la redefinen y reorientan según los objetivos del nuevo poder regulatorio. Sin analizar y desenmascarar como se han construido las relaciones socioeconómicas locales en el contexto de la globalización sería imposible comprender porque se toman determinadas iniciativas por parte de los agentes locales y porque otras son frontalmente rechazadas o ni siquiera planteadas.
El discurso dominante tiene por punto central y decisivo el de dejar claramente argumentado y sólidamente asentado la caracterización de los problemas del Marco como un desajuste o desarreglo indiscutiblemente local, lo cual tiene, de reflejo, la consecuencia claramente implícita, y solo ocasionalmente explicitada, de dejar el entorno circundante, o sea el medio socioeconómico global en que se hace posible y se ejerce la actividad a salvo de recelos y exonerado de tener que dar explicaciones. Sobrevivir exige, por tanto, cambiar de vida y adaptarse a un mercado globalizado donde la deslocalización y la diversificación, poco afínes a las costumbres del Marco, son del todo ineluctables. Las decisiones cruciales no pueden tomarlas ya los Consejos Reguladores ni los Gobiernos, sino ciertos agentes económicos transnacionales, enigmáticamente llamados “los mercados”, que conceden a Gobiernos y agentes locales la capacidad de sancionar políticamente lo que ya está económicamente decidido. Por tanto, la actitud del sujeto del designio no es la de un agente sino la de un paciente, de un mero espectador que apuesta sobre las inercias de lo dado, pues se habla de los designios en términos de apuesta: “apostar por el mercado”, “apostar por la diversificación”, “apostar por la innovación” y un sinfín de delirios semejantes. Acerca de ello pueden hacerse dos apreciaciones, ambas verdaderas, pero que parecen competir ignominiosamente a ver cuál es más cierta: que el sujeto no puede ya tomar otra actitud o que no quiere.
¡Cómo han cambiado los tiempos! ¡Cómo se han vuelto las tornas! Mientras antiguamente la apelación a los hechos comportaba un desafío al destino, una arrogante y arrojada incitación a quebrantar las cadenas de la inercia y la fatalidad, y, en fin, una voluntad insumisa, en cambio, ahora la sumisión a los hechos como son se constituye precisamente en el tributo exigido por condición del éxito. La acción ya no llega a ser configurada sobre el manejo y el dominio de los hechos, sino que se adecua a su acatamiento. Los hechos son apelados hoy como una llamada al orden, admoniciones de prudencia y sumisión; se han alzado en tabúes cuya presión se ha hecho al cabo equivalente a la que antaño ejercían los agüeros, pues ya no acuden a incitar y concitar el designio y el empeño, sino a delimitarlos e inhibirlos.
Descargar entradaVARIACIONES
"Mundo de indigencia mental y de impotencia práctica, porque el poder se viene concentrando cada vez más en otra parte, cada vez más lejos de ellos".
En fin, lo que esa inmensa falacia creciente de la concepción naturalista de las "leyes de la economía" tiene a la postre de verdad no es sino la constatación del poder determinista de la arrolladora marcha de la economía liberal. La determinación de la vida y de los hombres por el desencadenamiento de una economía hoy totalmente escapada de sus manos ha alcanzado, en efecto, una omnipotencia tan ineluctable como la propia ley de la gravedad, pero los que se llenan la boca a cada paso con la tozudez de los hechos, con los imperativos de la realidad, con los procesos absolutamente irreversibles o en fin, sin ir más lejos, con la rueda de los tiempos, y aun predicando, por añadidura, acatamiento hacia lo que ya se cuida sobradamente por sí mismo de no ser desacatado, bien podrían abstenerse, por lo menos, de encender fantasmagóricas apologías de la libertad humana, irisadas como pompas de jabón, porque parece un sangriento sarcasmo.
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Existe toda una “mecánica de concesiones” que ha llevado a dirigentes sectoriales desde la debilidad a la “solidaridad” con los bodegueros. Cada concesión hecha a los bodegueros en el seno del Consejo Regulador arrastraba a su vez otra. Ésta no era más grave que la primera; pero ambas juntas, formaban una cobardía. Dos cobardías reunidas era ya la “traición” al sector productor.
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