VINOSDELATIERRA
La conciencia de la globalización
La insuficiencia de las figuras de protección para garantizar el arraigo de los sistemas agroalimentarios locales.
En el contexto de la globalización, la vitivinicultura del Marco del Jerez ha vivido un intenso proceso de reestructuración en un nuevo contexto internacional de competencia vitivinícola. El proceso de ajuste se ha traducido en la reducción de la superficie de viñedo, el número de bodegas, la capacidad productiva y el empleo, así como en un nuevo papel de la vitivinicultura en el territorio. Las denominaciones geográficas, si bien han desempeñado un papel central en el ritmo y la forma en la que la reestructuración ha tenido lugar, no han sido capaces de revertir a favor de lo local el proceso de ajuste marcado por la nueva vitivinicultura globalizada.
El cultivo de las denominaciones de origen europeas está definido por prácticas tradicionales vinculadas a la calidad y que, en general, suponen una mayor utilización de mano de obra. Esta regulación del cultivo ha sido el resultado de un largo proceso histórico donde las luchas sociales han tenido un importante papel. Se trata pues de prácticas que recogen tanto un consenso social como económico e incorporadas a la cultura vitivinícola de cada zona, cuya modificación encuentra una gran resistencia. Máxime cuando estas “restricciones” en el cultivo de la vid se han traducido a su vez en una mayor generación de empleo, en el mantenimiento de un mayor número de explotaciones familiares y en un cierta garantía en la renta agraria gracias al contrato social entre viñistas y bodegueros. Por tanto, la modificación de esta regulación y el concepto de calidad a él asociado encuentra una fuerte oposición en las zonas vitivinícolas europeas ya que implican importantes costes sociales, económicos y culturales para una parte de los productores, sobre todo viñistas. El reparto del valor añadido local entre bodegas y agricultores, genera una mayor estabilidad en las rentas de los viñistas de la zona en comparación con otras zonas. La denominación de origen implica una protección contra el riesgo de deslocalización en el abastecimiento de uva, lo que a su vez repercute en que sean mayores los precios de la uva en comparación con el mercado saturado del vino de mesa. Esta obligación de compra entre bodegueros y viñistas no está exenta de conflicto por el reparto del valor añadido que se centra en el precio de la uva y en el momento en el que se materializa la compra por parte de las bodegas. Las bodegas están obligadas a abastecerse de materia prima producida en el Marco pero lo hacen en función de sus necesidades y al ritmo de las ventas. Esto da lugar a una situación de poder y capacidad de presión sobre los viñistas, al ser la uva un producto perecedero que debe ser vendido inmediatamente a las bodegas tras la vendimia. El retraso en las compras de mosto por parte de las bodegas a lo largo del año implica, por una parte, una traslación de costes de almacenamiento de las bodegas a las cooperativas y, por otra, una presión para la bajada de los precios del mosto ante la amenaza de no vender, ya que las bodegas conforman un oligopolio de compra. Sin embargo, pese a los conflictos entre viñistas y bodegueros por el reparto del valor añadido, la vinculación productiva que implica la denominación de origen funciona como un "contrato social territorializado" entre viñistas y bodegueros que presiona hacia soluciones negociadas sobre el reparto del excedente.
El proceso de ajuste y restructuración de la vitivinicultura del Marco del Jerez pone de manifiesto los límites que las IGP (Indicaciones Geográficas Protegidas) y en concreto las denominaciones de origen tienen para garantizar el arraigo de los sistemas agroalimentarios locales. Ello no quiere decir que las IGP y las denominaciones de origen no sean un elemento útil y relevante en la articulación local de los sistemas agroalimentarios y en la construcción de alternativas de desarrollo rural vinculadas al territorio. Pero sí apunta que no son la pieza clave y central de estos procesos y que por sí solos no constituyen ninguna garantía de territorialización de la actividad agroalimentaria y de distribución equitativa de la riqueza monetaria entre los agentes y los territorios dentro de un sistema agroalimentario local. La dispar dinámica de las ventas de fino y manzanilla como reflejo de la orientación a distintos mercados, la vinculación con sistemas socioeconómicos de producción también diferentes apuntan la orientación exportadora como un factor de debilidad y la proximidad como un factor generador de estabilidad más allá de la figura jurídica de las denominaciones de origen que ampara a ambos vinos. Una dinámica de acelerado crecimiento con fuerte orientación exportadora y la consiguiente dependencia de mercados globales de masas se ponen de manifiesto como factores con mayor fuerza que el contrato social territorializado que representa la denominación de origen.
Fuente: Marta Soler (extracto en PDF)
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Los "mecanismos de selección" son inventos, sistemas referenciales de arbitraria elección distanciados del proceso vital de la sociedad existente.
La tesis sobre la "insuficiencia de las figuras de protección para garantizar el arraigo de los sistemas agroalimentarios locales" es hoy frecuentemente recogida por instancias oficiales adaptando sus conclusiones. En este fenómeno puede sin duda verse una manifestación más de la tendencia objetiva a desarmar una oposición peligrosa mediante su recepción. Así, el recurso a la globalización no tiene tanto la función de destacar la dependencia de las Denominaciones de Origen a una economía de mercado globalizada como la de glorificar el proceso por el cual quedan nivelados tendencialmente los antagonismos sociales. El orden generalizador de la globalización está en realidad y en su neutralidad muy bien dispuesto para con el orden real, y subsume los antagonismos para que se imponga en la dirección de la sociedad aquella mentalidad que le es más favorable al orden vigente.
Esta nivelización de las luchas sociales, convirtiéndolas en meras circunstancias contingentes, permite edificantes proposiciones sobre los problemas que nos afectan, a saber: La raíz última de todos los conflictos de esta época de reestructuración se debe a las tensiones producidas por la incontrolada simultaneidad de la acción de los principios del “laissez-faire” y de la nueva regulación. Como si no dependiera todo de la cuestión de quién regula a quién. Otro rasgo consiste en colocar como explicación de la miseria de la época “los mercados” en el lugar de determinados grupos de humanos o de un determinado rasgo constitucional de sociedad; la intensificación de las desigualdades se bautiza con la noble expresión de “desarrollo de las capacidades humanas” como si se estuviera hablando de alguna persona particular y no de la anónima maquinaria que extermina al individuo. Todo individuo está incondicionalmente subordinado al funcionamiento del todo, por lo cual en la actualidad no está ya permitido —ni siquiera es posible— una cuestión problemática. La anulación de las diferencias individuales supone el final de toda dinámica social.
Pero al mismo tiempo los conceptos a partir de los cuales se desarrolla la globalización están elaborados de tal modo que la miseria concreta puede deducirse desde arriba mediante unas cuantas “perturbaciones” del mecanismo “natural” de selección, y sin necesidad de tener en cuenta la economía política general. La idea de un “proceso de selección” es una de esas meras frases veladoras. La inveracidad de esta idea consiste en que, con ella, los privilegios de determinados grupos se conciben como resultado de un objetivo proceso de selección —mediante el mecanismo que sea—, cuando en realidad nadie ha seleccionado esas élites, como no sean ellas mismas. Los “mecanismos de selección” son inventos, sistemas referenciales de arbitraria elección distanciados del proceso vital de la sociedad existente. En un sistema de coordenadas definido por conceptos como “eficiencia”, “competitividad”, “racionalidad económica”, aquellas leyes determinantes y todo lo que ellas significan para la existencia de las denominaciones geográficas aparecen como diferenciaciones sociológicas meras, como entidades contingentes o accidentales. Frente a una economía de mercado que se desarrolla al margen de condicionamientos humanos, tenemos unas élites dedicadas a consolidar conceptos para afianzar sus posiciones. El «desafío» de la globalización se dirige a la sociedad en general, mientras que la «respuesta» se produce por la mediación de grupos, sectores y clases. Los principios del “laissez-faire”, también bajo el liberalismo, disfrazan el dominio económico, y por tanto, las ideas de las que se nutre tienen lugar esencialmente según el criterio de su conformidad con los intereses sociales dominantes.
Que los actuales dirigentes carecen de homogeneidad es una ficción emparentada con la cada vez más corriente doctrina de la insuficiencia de las figuras de protección para garantizar el arraigo de los sistemas agroalimentarios locales. El que no se adapta fielmente a un mercado globalizado y deslocalizado se queda fuera. Ni siquiera las diferencias de opiniones o convicciones, en las que se manifiestan las diferencias de los intereses reales, son capaces de esconder la unidad en cuanto a lo decisivo. Nada tan útil para esa unidad básica como la cháchara sobre la rigidez normativa que nos impide ser competitivos y a la que todos se adhieren sin vacilación. Esa charlatanería traslada por obra de magia el sufrimiento real de los ajustes a los más pobres y desfavorecidos, se hace denuncia de las figuras de protección y acaba generalmente por ser útil a los poderes establecidos. El dirigente sectorial ha aprendido ahora profundidad y pesimismo, y en nombre de ellos niega las figuras de protección que se ha hecho incompatible con sus actuales intereses. Su viejo impulso protector se orienta contra los mismos bienes cuya ruina lamenta sentimentalmente. La función del Consejo Regulador no ha cambiado. Por muy oscuros que sean sus inicios se puede sin embargo afirmar que, desde el comienzo, esta institución ha estado acompañada de unas determinadas garantías destinadas a proteger la organización económica dominante de la sociedad contra injerencias externas.
` Descargar artículoVARIACIONES
"Lo que mantiene en marcha el mecanismo es la miseria de la vida bajo la constante amenaza de catástrofe".
Nadie logra meterme tanto espanto como esos que gustan de decir con una espeluznante complacencia: «Es un proceso ab-so-lu-ta-men-te i-rre-ver-si-ble». toda esa serie de palabras que empiezan por "in" y terminan por "ble": irreversible, imprescindible, inalienable, inamovible, inmarcesible, irrenunciable, inexorable, ineluctable, etcétera, ¡no sé qué especie de lívida oscuridad pretende convocar en derredor de todo horizonte, sulfurando la atmósfera de tanta malevolencia y amenaza! No se diría, en verdad, sino que todas ellas quieran al fin decir una y la misma cosa, cual si hubiesen nacido de única palabra, que se multiplicó en ejército para rodearnos y aterrorizarnos.
Ante esa forma tan especial de detenerse a espaciar silabeando la palabra i-rre-ver-si-ble tal vez lo que sospechamos en su boca no sea sino el sabor de la íntima y tenebrosa complacencia con lo fatal, en la medida en que ésta les permite sentirse relevados del valor de plantar cara a la imponente hueste del destino y exonerados de empuñar la espada de la responsabilidad de lo posible.
Para esa inteligencia lo razonable es el funcionamiento óptimo del mecanismo —esto es, el funcionamiento que aplaza la catástrofe—, sin preocuparse por la posibilidad de que, en su totalidad, acaso sea esa la sinrazón óptima. El mantenerla en pie mediante la regulación planeada lleva en todos los sistemas autoritarios a la práctica de reprimir con barbárica presión bajo la superficie del ser social las contradicciones provocadas por aquella óptima sinrazón que aplaza la catástrofe. Los abogados de esta regulación atribuyen el poder, en nombre de la razón, a aquellos que ya lo tienen en nombre de la ceguera y la ofuscación. La fuerza de la razón de lo actual es la ciega razón de los que hoy son poderosos. Y a medida que lleva hacia la catástrofe, tienta al espíritu que niega ésta con liberal comedimiento a abdicar ante la sinrazón.
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