VINOSDELATIERRA
Plan de viabilidad
Una aspiración legítima, como puede ser que los vinos de Jerez se elaboren con productos exclusivamente del Marco, no puede confundirse con una concepción que pretendidamente le subyace y que inevitablemente le condiciona.
El plan de viabilidad surge como un proyecto piloto de investigación para la diversificación y mejora de la competitividad del sector vitivinícola del Marco de Jerez. Dicho acuerdo se articuló como una de las acciones del programa piloto de Desarrollo Sostenible del medio rural en Andalucia. En principio sorprende que un plan basado en la sobreexplotación de un número determinado de hectáreas forme parte de un programa de desarrollo sostenible. O no se es consciente de las repercusiones medioambientales y económicas de la sobreexplotación o se prostituye deliberadamente el significado del adjetivo «sostenible», por lo que, su inclusión en las acciones de “Desarrollo Sostenible” es ya un poco forzada. Si entre los objetivos generales de la Ley para el desarrollo sostenible del medio rural está el de “Mantener y ampliar la base económica del medio rural mediante la preservación de actividades competitivas y multifuncionales, y la diversificación de su economía con la incorporación de nuevas actividades compatibles con un desarrollo sostenible”, no se entiende que dicho plan se fundamente en la sobreexplotación. Que el plan necesitara de tres convocatorias para no alcanzar siquiera las 500 hectáreas a pesar de la situación crítica del sector productor que nos vimos obligados muchos de nosotros a descalificar las producciones para venderla fuera del Marco como consecuencia de los acuerdo del sector bodeguero de reducir la oferta de vino comercializable, demuestra la desconfianza de los viñistas sobre la viabilidad del plan.
Para entender un poco como se gestó el plan de viabilidad el 11 de julio de 2005, en correo electrónico del Consejo Regulador a Fedejerez, recabado en la inspección realizada por la Comisión Nacional de la Competencia en la sede de Fedejerez con motivo del expediente por reducir la oferta de vino comercializable, se puede leer: “...potenciar el registro dentro del Consejo de viñas que quieran dedicarse a materia prima para la elaboración de concentrado de mosto (solo cabe la motivación si hay una prima para ello en base al kg de uva...Debe ser una prima con final y que cuando se acabe el plan que se espabile el que esté en este segmento)”. Demuestra quienes eran los ideólogos del plan y las esperanzas que habían depositadas en él. Efectivamente, era un plan destinado al fracaso que salió adelante gracias a los apoyos de los dirigentes sectoriales de AECOVI y ASAJA por motivos que aún no llegamos a entender.
Si partimos de la premisa que el principal problema del sector son los excedentes ¿Cómo es posible que la solución pase por sobreexplotar determinadas zonas para producir más? No existe ninguna lógica racional en éste planteamiento. El argumento de las economías de escala que se hace no se sostiene, siendo bastante simplista y chapucero. De acuerdo con el análisis económico universalmente aceptado, se dice que hay economías de escala cuando el coste medio de producir una unidad de producto se reduce a medida que aumenta el volumen de producción o de ventas de la empresa. Por otro lado el análisis de la conducta empresarial revela que la curva del coste medio de una empresa tiene forma de U: para niveles bajos de producción, el coste medio se reduce al aumentar la producción hasta llegar a un nivel de producción para el cual el coste medio de producción es el mínimo posible. Paralelamente, a partir de cierto volumen de producción,los costes medios inician una senda ascendente como resultado de los costes asociados a la sobreexplotación. Con ésto quiero decir, que efectivamente, conforme aumenta la producción el coste medio se reduciría y por tanto, la eficiencia derivada de las economías de escala aumentaría pero esto no funcionaría para niveles altos de producción donde los costes asociados por empleo masivo de fertilizantes y la utilización de productos fitosanitarios volverían el sistema no solo ineficiente desde el punto de vista económico sino que sería medioambientalmente insostenible. Por lo tanto, El último intento de mejora de la diversidad y competitividad del sector vitivinícola en el marco del Jerez no solo llegó más de veinte años tarde, sino que estaba viciado de inicio ya que si partíamos de la premisa que el principal problema del sector eran los excedentes la solución no podía pasar por sobreexplotar determinadas zonas para producir más. Lo razonable hubiera sido elaborar productos complementarios a partir de los excedentes cuando en el reglamento (CEE) 4252/88 se puso fecha límite a la edulcoración con sacarosa de los vinos generosos de licor, pero, en aquel tiempo, se prefirió gestionar subvenciones para arrancar más de 8000 hectáreas y permitir la entrada de productos complementarios principalmente de Castilla la Mancha.
A nuestro entender, son los “acuerdos de especialización” que contempla la Unión Europea los que nos permitirían avanzar en una producción vitivinícola de calidad ligada a la región y usos locales sin contravenir el contexto regulatorio sectorial y de competencia. Una aspiración legítima, como puede ser que los vinos de Jerez se elaboren con productos exclusivamente del Marco, no puede confundirse con una concepción que pretendidamente le subyace y que inevitablemente le condiciona. El anterior plan estaba condenado a fracasar porque se basaba en “acuerdos de especialización unilaterales” donde los viticultores acogidos al “desenganche” tendrían que competir con el mayor productor de productos complementarios del mundo que es Castilla la Mancha que, como bien sabemos, aporta el 80% de todos los productos complementarios que se consumen en el mundo. Es precisamente a la hora de definir los objetivos donde apareció la insuficiencia del plan de viabilidad. El acento se puso en evitar las restricciones a la competencia en el mercado de referencia, cuando el reglamento de exenciones por categorías se basa precisamente en que, a pesar de dichas restricciones, los acuerdos pueden tener efectos favorables en formas de mejoras de eficiencia que comportan un valor añadido. Cuando los efectos favorables a la competencia superan a los restrictivos el acuerdo es en definitiva beneficioso. Garantizar un precio bajo para los productos complementarios pesó más que los beneficios inherentes a la vinculación territorial.
La exención que confiere el reglamento debe estar supeditada a que la cuota de las partes en el mercado de referencia no supere el 20% por lo que en este sentido no habría problemas porque, como ya dijimos Castilla la Mancha por sí sola abarca el 80% de todo el mercado mundial. Pero al ser los productos complementarios un producto intermedio habría que, en este caso si, garantizar la competencia efectiva de las empresas al nivel de productos transformados. Por ésta razón los “acuerdo de producción en común” serían más problemáticos de realizar porque las empresas que formasen parte de estos acuerdos podrían expulsar del mercado de productos transformados a sus competidores directos al obligarles a utilizar medios de producción menos convenientes o más caros con la consiguiente desventaja competitiva.
Y es aquí donde se justifica los “acuerdos de especialización recíprocos” que supondría la creación de una planta para la elaboración de productos complementarios. Los “acuerdos de especialización recíprocos” garantizarían la igualdad de oportunidades para todas las bodegas que decidieran comercializar vinos generosos de licor y comportaría las ventajas inherentes de la vinculación territorial que supone las denominaciones de origen. Las bodegas llevarían sus mostos azufrados o los mostos azufrados adquiridos en el Marco a la planta de concentrado y ésta se los transformarían con las consiguientes mejoras de eficiencia que supone una sola planta de concentrado para todos. Este sería el planteamiento adecuado y cualquier otro, como podría ser la creación de una planta de concentrado para competir directamente en precio con la Mancha, estaría condenado al fracaso porque incurriríamos en el problema expuesto anteriormente al alejarnos de los objetivos que persigue el reglamento de exenciones por categorías. El acento hay que ponerlo en las ventajas inherentes a los acuerdos de especialización que supongan mejoras de eficiencia y que, a demás, comporten un valor añadido. En cualquier caso, la existencias de leyes reguladoras abriría un panorama promisorio a futuro si los responsables de aplicarlas reorientan sus actuaciones hacia una estrategia que coloque a los productores de uva y mosto de la Denominación de Origen en el papel que exige y que el enunciado de las leyes y disposiciones establece. La voluntad política para redireccionar la situación es indispensable para impedir la desaparición de los productores más débiles y subordinados a los intereses de los grupos dominantes.
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