VINOSDELATIERRA
Elaboración de balances
El balance económico del año es una simplificación ideológicamente necesaria, por cuanto sirve para sustentar la más profunda, acrisolada y esencial de las convicciones de las economías subsidiadas: acumular subvenciones sufriendo pérdidas tras pérdidas.
En los últimos años la mayoría de los periódicos reproducen comunicados de prensa emitidos por organizaciones sectoriales que la rutina ha llegado a no cuestionarse. El tácito presupuesto de partida o más exactamente, el suelo, por así decirlo, en el que el comunicado pone sus cimientos es la caída de las ventas de los vinos de Jerez. ¿Y quién se atrevería a ponerlo en duda? Al fin y al cabo para que algo exista basta con que lo crean millones de personas, y a veces hasta menos, si es que son lo bastante cabezotas, obtusas o fanáticas. Como sólo aquello que corre gravísimo peligro de pasar inadvertido es una verdadera novedad, los bodegueros extienden a la totalidad de los medios de comunicación y de manera periódica sus balances negativos, acrecentando la sensación de crisis estructural. El balance económico del año a despecho de un análisis más profundo, es una simplificación. Una simplificación ideológicamente necesaria, por cuanto sirve para sustentar la más profunda, acrisolada y esencial de las convicciones de las economías subsidiadas: acumular subvenciones sufriendo pérdidas tras pérdidas.
¿Cómo se confeccionan estos balances? En el supuesto más escrupuloso, se baja a los archivos, se repasan los doce meses del año día tras día, formando una primera selección con los hechos más “relevantes”. Relevantes quiere decir en este caso los que, ya sea por el arbitrio –también llamada estrategia comercial de la empresa-, ya por las servidumbres mercantiles, han alcanzado un grado suficiente de resonancia pública. Y ya puede apreciarse cómo incluso en esta primera criba selectora, el balance del año dejará desfilar únicamente algo ya recogido y convertido en hecho por los medios de comunicación, pues la noticia es hoy la única instancia competente, la exclusiva concesionaria de las atribuciones requeridas para otorgar a un hecho la categoría de hecho. No obstante, esta primera selección de “lo más relevante” no sólo resulta demasiado extensa sino que, sobre todo, es indiferenciada en un aspecto decisivo: todo lo relevante es, en mayor o menor grado, “importante”, pero no es la importancia lo que debe primar como criterio; hay cosas que son sin duda más importantes que otras, pero son mucho menos “significativas”.
Los balances han de regirse y conformarse con arreglo al supuesto de que lo único que ha pasado de verdad ha sido la caída de las ventas, de que la única realidad sustantiva es la que se designa con un porcentaje de perdidas. De ahí que, entre todos los hechos “relevantes”, los primeros que hay que expurgar sin más ni más son los que por una especie de opacidad “significativa” se muestran reacios a colaborar. El balance, así pues parcial e interesado, se apropia de manera hegemónica de la realidad; es la única realidad portadora y dadora de sentido, fuera de cuyo seno los meros hechos se dispersarían desvaneciéndose en la insignificancia y en la nulidad.
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